lunes, 15 de mayo de 2017
Juventus vs Real Madrid la revancha de Ámsterdam
Paulo Dybala, “Paulino”, no estaba solo cuando el martes pasado salió de la cancha con ese cutis de querubín y esa mirada transparente, y habló sin despegar los dientes: “Nuestro objetivo no es estar en la final de Cardiff; nuestro objetivo es ganar la Champions desde que nos fuimos a la pretemporada en Melbourne”.
Sucede en las grandes empresas humanas. Los que aparecen son el reflejo de un mundo desaparecido pero presente. Dybala no es solo Dybala. Es Renato Cesarini, Omar Sívori, Michel Platini y Zinedine Zidane, el último eslabón de una saga secular de futbolistas brillantes que solo son la parte más visible del armazón imperecedero de la Juventus. Replican un modo de actuar muy vinculado a principios industriales de organización. Son instrumentos de una epopeya infatigable. Así los educan los mayores. Para que digan y hagan cosas como las que hace Dybala, tan claro, convencido e impasible en el campo como fuera de él.
“A Paulino lo conocimos en el viaje a Berlín”, dice Marchisio, el ocho de Italia. “Le dijimos: ‘prepárate que en un mes empezamos porque tenemos que volver a jugar una final”.
Marchisio, de 31 años, es uno de los siete supervivientes de la plantilla que disputó la final de 2015, perdida frente al Barcelona en Berlín. Los otros seis son Buffon (39), Chiellini (32), Bonucci (30), Lichtsteiner (33) y Sturaro (24). Componen el núcleo duro del vestuario que regresará a otra final de Champions, el próximo 3 de junio. Son los veteranos, encargados de inculcar el códice de derechos y —fundamentalmente— deberes a los nuevos.
“El primer año”, recuerda Marchisio, “Paulino tuvo un poco de dificultad. No era titular pero poco a poco ha empezado a mostrar su talento. Le sucede como a este equipo. En dos años ha hecho un proceso de crecimiento muy importante. Especialmente en el aspecto mental. Ahora somos mucho más fuertes que el año pasado y que en 2015”.
Desde que Andrea Agnelli asumió la presidencia en abril de 2010 el crecimiento de la Juventus ha sido exponencial. Hijo de Umberto, presidente entre 1956 y 1961, ocupa la última ramificación de la genealogía más poderosa e ilustre de la Italia de posguerra. La Juve es la casa de sus ancestros y la dirige con naturalidad. Primero, para construir un nuevo campo, el Juventus Stadium, luego para trazar un programa de crecimiento que le permitió cimentar un equipo capaz de competir con los clubes económicamente más fuertes del mundo. El United, el Barça, el Madrid y el Bayern han superado los 600 millones de euros de ingresos anuales. La Juve no alcanza los 400. Su valor reside en una administración extremadamente eficaz.
Beppe Marotta, responsable del área deportiva contratado en 2010, es autor de los movimientos más inteligentes que se han hecho en el mercado del fútbol esta década. Por ejemplo, adquirió a Bonucci, Vidal, Pogba, Tévez, Morata, Alves y Khedira por 60 millones. Luego compró a Dybala por 40 y a Higuaín por 90, y vendió a Pogba por 120 y a Vidal por 40. Jamás falló cuando hizo un movimiento estratégico. Cada maniobra ha servido a Massimiliano Allegri, el entrenador, para armar un equipo en base al viejo modelo asentado en la actividad defensiva. Los herederos culturales del catenaccio no son revolucionarios pero han evolucionado.
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